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Exposición "KURA. cap.2". Premio APECH 2020

“Ahora estoy bamboleándome, como ocurriera en mi infancia, cuando —dudoso pero encantado, lleno a la vez de pena y regocijo— bajé a vivir al Río Mapocho”                                                                                                                                                  

 

El río, Alfredo Gómez Morel

 

“Kura”, que en mapudungun significa piedras, es el título de esta muestra dirigida por Mercedes Fontecilla y que incluye un videoarte, en la que vemos la (des)aparición de una sombra humana sobre el caudal del río Mapocho, una colección de piedras y 22 fotografías en blanco y negro, captadas en el río.

La colisión que provocan las piedras contrastadas con el río, nos revela una faceta donde confluyen elementos que conviven en paradójica comunión. Las piedras recopiladas hablan de este ir y venir, de la intervención que ellas sufren al ser explotadas en pos de la construcción en el río, a la vez que de su renuencia a ser expoliadas de su lecho, retornan bajo ropajes fantasmales que siguen penando en su trayecto mineral, ancestral, rodante y recurrente. Las piedras adquieren un protagonismo inédito, pues resisten la domesticación e intentan repatriarse, reclamando su lugar.

El río fluye, se abre paso entre las rocas y una silueta aparece en su contraste, enfrentando el agua efervescente que atrae a la vez que amenaza: en el video vemos al fantasma esfumarse, incierto, debatiéndose entre el riesgo y el vértigo, pues quizá su deseo es el de fundirse en lo salvaje del torrente. Esta peligrosa tentación habla de un deseo de comunión, acaso destrucción, en su afán por disolverse en otra materia, en otra textura.

Una señal necesaria es la que nos sugieren la pieza espejo, se lee un palíndromo en latín: in girum imus nocte et consumimur igni /damos vueltas en la noche y somos consumidos por el fuego.

El río es la travesía incansable que se renueva a partir de las corrientes de distintos tonos que lo originan, sus profundidades y velocidades; pero también en sus orillas los cuerpos buscan un cobijo por la noche; fogatas son encendidas y los remanentes se descubren con la luz del día, como bártulos rescatados de un naufragio.

El  río es testigo parlante y sus piedras mineralizadas resisten la tentación de ceder, burlan los pactos impuestos, re-significándose constantemente. Su ribera deviene en zona residual que las aguas no alcanzan a borrar o a limpiar.

La fisura que geográficamente ejecuta el Mapocho es también una ruptura que evidencia un corte entre el vestigio natural y la avasalladora maquinaria mercantil. Como muestra, la fotografía donde el pilar más alto y moderno del país pretende reclamar la supremacía del hiper-consumo. Pero el río exige el acomodo de la planificación urbana: puentes para automóviles o peatones; los poyos que sustentan las pasaderas se muestran frágiles cuando los golpean sus desbordes. El cobijo de sus puentes muestra un anverso de concreto y la posibilidad de re-politizar esos espacios que rechazan la domesticación.

Nicolás Poblete Pardo.

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