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Fotograbados. Serie "Croqueras"

El conjunto de obras que conforman la serie "Croqueras" nos invita a realizar un viaje.

El movimiento que se propone es como las olas o como el pulso del universo: un constante ir y volver desde una forma primigenia hasta la disolución en el Todo.

Comenzamos el viaje desde las líneas de dibujos que configuran al mundo con los seres que surgen desde las profundidades del universo. Éstos aparecen y desaparecen con una constancia concreta como la niebla que recorre silenciosa los dibujos, manifiestando la fragilidad y fugacidad de los límites que creamos al observar y observarnos en la realidad.

Al sumergirnos más allá de esa niebla encontramos un microscópico universo que guarda en sí la posibilidad vital. Es la potencialidad de la vida en su dimensión simple y poderosa: seres aún sin nombre que son el origen de la creación y que desgarran el silencio con su aparición. Más que luces son iluminaciones cósmicas, seres que quizás aún habitan territorios invisibles: entre la niebla, en el fondo del mar o bajo la Tierra, cerca del magma.

Lo particular del diálogo propuesto es finalmente lo más cercano a nuestra realidad. El mundo cotidiano aparece fragilizado con una técnica de trazos sutiles que nos invita a preguntarnos por la verdadera individualidad y realidad de lo representado. Los límites son difusos, como los espacios y objetos que solo en sueños se manifiestan. Como observadores nos entregamos a ellos y en ese gesto nos disolvemos también a nosotros mismos.

Ésta es la experiencia que sirve de entrada para descubrir el misterio tras aquello que creemos incuestionablemente real. Ahí nos toma, en ese flotar misterioso y nos invita a un retorno. Lo pequeño, lo atómico, lo seminal, lo invisible, se vuelve palpable y real en nuestra cotidianeidad, la magia revela su secreto y se realiza en una grandeza innegable como el océano. Abducción a ese otro espacio en el que el vacío se quiebra en el abrir de una cáscara, de un capullo, en la erupción de una semilla como un acontecimiento magnífico y atronador.

La niebla que, como la luz original, convoca a ver más allá de lo evidente. A percibir aquello que aún no se manifiesta en un objeto nombrable pero que está -en una presencia atomizada- en el ambiente.

Mercedes Fontecilla nos propone una forma de habitar ese mundo invisible.

Entonces, lo pequeño y lo inmenso se funden en lo que da origen a esta serie de dibujos.

 

Texto de María José Fuentes.

 

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